Patrice Lumumba, discurso de independencia del Congo
Pronunciado
en la ceremonia de independencia del Congo, 1960, en presencia del rey
de Bélgica. Según se dice, supuso la sentencia de muerte para Lumumba,
que fue asesinado en 1961.
Vuestra Majestad, Excelencias, señoras y señores, hombres y mujeres congoleses, luchadores de la independencia, que hoy sois victoriosos, os saludo en nombre del gobierno congolés.
Os
pido a todos, amigos míos que habéis luchado incesantemente a nuestro
lado, que este trece de junio de 1960 sea conservado como una fecha
grabada indeleblemente en vuestros corazones, una fecha cuyo significado
enseñaréis con orgullo a vuestros hijos, para que ellos, a su vez,
transmitan a sus hijos y a sus nietos la historia gloriosa de nuestra
lucha por la libertad.
Porque
si bien la independencia del Congo es celebrada hoy con el acuerdo de
Bélgica, una nación amiga con la cual estamos en pie de igualdad, ningún
congolés digno de ese nombre podrá olvidar jamás que fue con la lucha
que ganamos la independencia, con una continua y prolongada, ardiente e
idealista lucha, en la cual no ahorramos nuestra fuerza ni nuestras
privaciones, nuestros sufrimientos ni nuestra sangre.
De
esta lucha de lágrimas, fuego y sangre estamos orgullosos hasta las
raíces más profundas de nuestro ser porque fue una lucha noble y justa,
absolutamente necesaria para acabar con la infamante esclavitud que nos
fue impuesta por la fuerza.
Este
fue nuestro destino durante los ochenta años de gobierno colonial;
nuestras heridas están aún demasiado frescas y son todavía muy dolorosas
para permitirnos borrarlas de nuestra memoria.
Conocimos
el trabajo deslomador que se nos exigía la cambio de salarios que no
nos permitían satisfacer nuestra hambre, vestirnos o alojamos
decentemente, ni criar a nuestros niños como las amadas criaturas que
son.
Conocimos
la burla, los insultos, los golpes, sometidos mañana, tarde y noche,
porque éramos negros. ¿Quién olvidará que a un negro se le dirigía la
palabra con términos familiares no por cierto como a un amigo, sino
porque las formas más corteses estaban reservadas a los blancos?
Conocimos
la expoliación de nuestras tierras en nombre de supuestos textos
legales que en realidad solo reconocían el derecho del más fuerte.
Conocimos
que la ley no era nunca la misma, se tratase de un blanco o de un
negro; que era benévola con uno, cruel e inhumana con el otro.
Conocimos
el atroz sufrimiento de aquellos que fueron encarcelados por sus
opiniones políticas o sus creencias religiosas; exiliados en su propio
país, su destino fue peor que la misma muerte.
Conocimos
que en las ciudades donde había magnificas casas para los blancos y
chozas destartaladas para los negros, que los negros no eran admitidos
en los cines o restaurantes, que no podían entrar en los negocios
llamados "europeos", que, cuando un negro viajaba, era en la bodega más
baja del barco, a los pies del blanco acomodado en su cabina de lujo.
Y,
finalmente, ¿quién olvidará los ahorcamientos, o las escuadras
incendiarias, por las que perecieron tantos de nuestros hermanos, o las
celdas donde eran brutalmente arrojados aquellos que escapaban de las
balas de los soldados, esos soldados que los colonialistas convirtieron
en instrumento de su dominación?
Todo esto, hermanos, nos ha hecho sufrir profundamente.
Pero
todo esto, sin embargo, nosotros, que por el voto de vuestros
representantes electos debemos guiar a nuestro amado país, nosotros que
sufrimos en nuestra carne y en nuestro corazón la opresión colonialista
nosotros os decimos: todo esto ha terminado desde hoy...
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